domingo, 11 de mayo de 2014

Jirones del alma


"Jirones del alma", un título melancólico para un espectáculo que es un homenaje. Jirones del alma de quienes debieron dejar su tierra y probar suerte "bajo la lluvia ajena" como decía Gelman. Jirones del alma de esta mujer que evoca, con la complicidad de un auditorio atento, su vida entera, desde los inicios en "El Caballito Blanco", en Marcelo T. de Alvear y Maipú, el negocio de su padre. Que se muestra sencilla y risueña, sin ir en desmedro de la enorme artista que es, al contar que en su infancia viajaba en colectivo vestida y maquillada, sólo por ver si algunos de los cantantes que actuaban en el local paterno la invitaba a subir al escenario. Que es capaz de dirigir semejante recital, con veinticinco artistas en escena. 
Una figura tuvo especial relevancia en la formación de Nuria, y ella le agradece públicamente la influencia que ejerció. Es Mariana, la que le mostró un camino y a quien no duda en calificar como "madrina". Impactante, como lo testimonió el cerrado aplauso del público, fue el tema que cantaron a dúo. 
Y qué decir de Las Gaditanas, brillantes como nunca, en el esplendor de un arte tan amado y tan cultivado; de la guitarra de Luciano de Paula, un maestro a pesar de su juventud, y de la orquesta que, dirigida por Héctor Ghiotto, hizo vibrar con los temas tan queridos para la colectividad? 
Admirable como cantante, querible como ser humano, Nuria se expresa con la voz de la sangre, que ha dejado en ella una herencia perdurable.

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