En un sentido comunicado, el Centro Riojano Español de Buenos Aires, informó a sus socios y amigos la lamentable pérdida de su Presidente, Ambrosio Romero Diez, a quien nos referimos en este blog hace pocos días, al cumplirse el 98º aniversario del centro.
"Un pastor de Anguiano nacido en diciembre de 1938, que desde chico trabajó tanto en su pueblo como en este país cuando llegó de joven, dedicando su vida a progresar, formando una familia y compartiendo con muchos compatriotas su sentimiento riojano", dice el mensaje. Ambrosio contaba que llegó un domingo y, como no era mayor de edad, tuvo que esperar a que viniera el Juez de Menores. Evocaba el contraste entre su vida en el pueblo, donde caminaba siete kilómetros con la burra, y el estar veintitres días encerrado en un barco.
La Comisión Directiva lo evoca como "el pilar fundamental de la remodelación de nuestra actual sede, trabajando junto a los arquitectos riojanos".
Acerca de su personalidad, afirman: "Siempre recordaremos su alegría, su impronta, su espíritu riojano y su excelente voz cantando jotas". Es que así terminaban las fiestas: con él y los paisanos cantando melodías entrañables, que remitían a vivencias entrañables, de infancia y juventud, de una época de sueños por cumplir.
Finalizan el mensaje despidiendo "no sólo a un guerrero de la vida que le dio batalla al cáncer, pero no pudo contra el Covid, despedimos a un amigo riojano de ley". Un presidente respetado y querido por quienes frecuentábamos el centro, que siempre tenía una palabra amable para cada uno, que en cada celebración levantaba su copa para desear felicidad a los emigrantes y sus hijos y nietos. Que, junto a Mabel, supo ganarse el corazón de quienes hoy lo despedimos con agradecimiento, porque él lo merece, por su tesón y su bonhomía.
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